domingo, 1 de junio de 2008

DROGAS Y VIOLENCIA FAMILIAR

Al límite de este verano escuchamos en las noticias las peores cifras de violencia doméstica en lo que va de año: 3 mujeres asesinadas el último fin de semana de agosto, una diaria. 18 Víctimas durante el total del verano, desde que encontrasen a M. Mami estrangulada en su domicilio el 1 de junio, cuando aún otras diecisiete mujeres seguían vivas, que no a salvo de la locura de sus compañeros.
Oímos que el verano es una etapa especialmente drástica. La convivencia, de por sí conflictiva, se ve exacerbada por el mayor roce. 3 Víctimas en los últimos tres días, 18 en los últimos tres meses, 41 mujeres asesinadas en 2005 antes de que se acabe este agosto.
¿Por qué el amor se convierte en terror? El hombre que te ama: el mismo que te mata. Cuando el amor y el dolor se conjuran en las mismas manos, y el bien y el mal conviven en la misma persona, emergen las raíces más abyectas e irrespirables del ser humano. En la intimidad más vulnerable y entregada nadie está preparado para la amenaza, es allí donde el terror consigue su realización plena.
La locura del odio tiene remedio, nos dicen psicólogos y expertos. Y en las ruinas del espíritu los más humanistas buscan incansablemente una explicación, que acaso pudiese topar finalmente con las puertas tapiadas de la droga.
El Acusado bebía, Señoría
“Esnifaba cocaína y llegaba borracho de madrugada. Muchas veces me despertaba a mí y a los niños y nos pegaba a todos… En los peores momentos recibía dos palizas diarias”; denuncia Fátima, víctima de malos tratos.
Los testimonios alusivos al alcohol, entre otras sustancias probables que consume el maltratador, son frecuentes en los casos de violencia de género. Cuando las encuestas buscan motivos acólitos que pudiesen favorecer las agresiones, el 90% de los consultados refiere al consumo de alcohol y drogas.
Otro dato apunta que los usuarios habituales de alcohol, cocaína, heroína y finalmente todas las drogas a excepción de las benzodiacepinas, son en su gran mayoría hombres (en un 80%, más o menos, frente al 20% de mujeres).
Pero, ¿cuál es la incidencia real de las drogas en la violencia doméstica? El consumo de sustancias desinhibe al maltratador y potencia el comportamiento violento, pero los profesionales advierten: “Muchas veces las drogas no son la causa de la violencia sino la excusa.” (José Ramón Landaroitajauregi, experto en terapias con parejas en situaciones de violencia). “Cuando un asesino repunta, enseguida los expertos lo catalogan como un drogadicto o un psicópata. Con el ‘presunto’ asesino de Elche, que ha matado a mujer y dos niños a martillazos , han convergido ambos diagnósticos. Sin embargo, tengo una explicación alternativa…
Estoy convencido de que había ejercido violencia contra su mujer con anterioridad. La noche del asesinato había salido a beber con un compañero de trabajo. Recayó en el consumo de cocaína del que era adicto en desintoxicación y, en ese momento, añoró la época en la que era representante de ferretería, en una vida paralela en la que se drogaba y divertía sin responsabilidad. Mujer e hijos eran un lastre…
La cocaína la ingirió como energizador de una conducta homicida premeditada.” (Andrés Montero Gómez, presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia).
Drogas antes de una violación
Una resolución médica comienza a ser habitual en las urgencias por casos de violación: la víctima ingirió drogas. ¿Qué tipo de drogas?
¿Qué tienen en común el GHB o ácido gammahidroxibutírico y el Rohipnol o flunitracepam? Ambas sustancias son incoloras, inodoras e insípidas. Su creciente consumo de los últimos años, en fiestas y otras citas, ha incluido una particularidad: su consumo involuntario. Por sus características, este tipo de drogas imperceptibles se añaden a la bebida de la víctima en un momento de descuido, quedando así a merced de su acompañante. Tanto así que el GHB y el Rohipnol se han dado a conocer como las drogas de la violación por acompañante o cita (‘date rape’).
En una atmósfera de confianza y cercanía, en una fiesta o una cena íntima, la víctima pierde conciencia del peligro. Entonces, de nuevo el acompañante o la pareja es la principal amenaza, el maltratador o violador potencial con el que podría estar compartiendo una copa o una charla tranquila los instantes previos a la agresión.
La droga deja de ser en estos casos un mero acicate eventual para convertirse en el instrumento mismo del acto violento frío y calculado, infligido a una persona completamente indefensa, inconsciente tras la ingestiónde estos compuestos depresores del sistema nervioso central.
Cursadas varias horas, la víctima recupera la conciencia entre el malestar y la confusión. Trata de recordar, pero la memoria apenas le responde con algún flashback de comienzos de la noche: sólo momentos de euforia y recreo, que van velándose a cada paso por una incertidumbre de melancolía viva, turbia. Hasta que finalmente decide ponerse en contacto con un médico o con la policía.
El feminicidio de Ciudad Juárez
El fenómeno de la violencia de género conoce un lugar cerca de la frontera de El Paso, Texas, lejos de las grandes urbes, donde el horror se complica hasta el rechazo físico que produce su mera consideración.
Como una pesadilla engendrada que viese las luces de la realidad, Ciudad Juárez, al norte de México,se ha convertido en un auténtico cementerio de mujeres. Un agujero negro de tortura y muerte para más de 300 mujeres desde hace ya 15 años. Crímenes rituales que cumplen un proceso de secuestro, tortura, abusos sexuales, mutilaciones y estrangulamiento, que siguen repitiéndose aun hoy con total impunidad en un lugar que se nos antoja lejano e irreal ante la imposibilidad de asimilar la voracidad de su certeza.
El 26 de septiembre de 2003, una delegación de expertos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito visitó Ciudad Juárez. El informe que emitió un mes después sumaba a los pretéritos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2002), Amnistía Internacional (octubre de 2003) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (octubre de 2003). En concreto, los informes puntualizan:
Además de la misoginia y de la violencia familiar, inciden en el feminicidio de Ciudad Juárez la presencia del crimen organizado ligado al narcotráfico, pero no sólo a éste, así como la colusión de la policía y otras autoridades, que favorece la impunidad.
Los escenarios de la violencia de género
Fuera de los infiernos domiciliarios que viven las víctimas más cercanas a nosotros, a un metro diario de nuestro puesto de trabajo o subiendo quizá la misma escalera de vecinos; lejos, casi en otro mundo, viven mujeres aterradas en muladares de miseria y condenación, pozos infectos de pobreza y droga donde las perdedoras del mundo sobreviven gracias a un coraje que es tan irreal para nosotros como toda su existencia.
Cuentan que en las barracas de la prostitución de los suburbios centroamericanos, los proxenetas obligan a las prostitutas a consumir crack y heroína hasta que se enganchan, convirtiéndose luego en sus camellos y haciéndolas así dependientes de sus servicios.
La droga, que tiene la virtud de pasar por rendijas apuradas como filos, se cuela en los escenarios de la violencia de género igual que esos indicios inesperados que los detectives de las películas manejan como piezas de un puzzle.
Cuando haya resuelto el caso, el psicólogo, que es otro detective, tendrá ante sí la imagen que devuelve un puzzle armado; la instantánea de una historia de machismo y sentido de la posesión con final de página de sucesos, cuyo decorado puede evocar el interior de una mansión de lujo o la panorámica de un gueto asiático indistintamente: “Todas son nuestras hijas, todas son nuestras muertas”, dicen las madres de Ciudad Juárez.
FUENTE: http://www.tavad.com/contraportada_violencia-cocaina-alcohol-terror.htm

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