lunes, 3 de agosto de 2009

Los cuatro jinetes del Apocalipsis

El lunes pasado, en la asamblea de la rural, los líderes de las cuatro patronales agropecuarias se dejaron fotografiar en un gesto que muestra su fuerza y sus ambiciones. El sociólogo Gabriel Puricelli, el historiador Pablo Hupert y el filósofo Dante Palma analizan la imagen.
Por Gabriel Puricelli
Sociólogo (UBA) y analista político
Retrato de familia de los dueños
La elocuencia de las imágenes es un lugar muy comúnmente visitado. Su valor diferencial respecto de la palabra, su capacidad de condensar significados, de decirle a aquel que mira mucho más de lo que una larga argumentación lograría transmitir es una idea que aprendemos a aceptar desde que nacemos. Las miradas que se pueden echar a una foto son tan diversas, que pocas personas públicas se atreven a improvisar respecto de qué foto se dejan sacar, ni desperdician la oportunidad de salir en una que los vaya a favorecer. La foto no siempre es justa con quien la protagoniza y no siempre es éste consciente de estar siendo seguido por un lente, ni de que una cámara se apresta a capturar ese gesto, ese rictus, ese ademán que tendrá un derecho a la inmortalidad del que los humanos no gozamos. La falta de cautela, la vigilancia de los otros, el voyeurismo ocasional son a veces los únicos y azarosos conductos hacia la posibilidad de sobrevivirnos que existen. Nos acechan para desfavorecernos, tanto como están a mano para que podamos dejar alguna huella detrás. Dan lugar a la manifestación de la banalidad o ponen en evidencia pensamientos y los transforman de pronto en legibles. La experiencia del turista administrada por los guías se puede entonces fraccionar en Kodak moments y la acción del personaje objeto del marketing de campaña pública puede ser vista en parte como una sucesión de photo opportunities.En muchos casos, la improvisación, el genio inasible que dispara el obturador en el momento exacto en que una escena está más cargada de significado, está sin saberlo al servicio de una estrategia que no es en nada improvisada.Algo de esto nos cuenta el elocuente retrato de los líderes de las patronales agropecuarias que tanto circuló en medios gráficos y electrónicos de esta semana. Nada le resta al mérito del inspirado reportero gráfico que la obtuvo, el hecho de que se trata de una imagen cuya carga de significado es totalmente intencional. Retrata una unidad entre agremiaciones de propietarios que la historia sugería que no podría durar lo que ha durado, a pesar de los intereses dispares que cada una de las siglas defendieron a lo largo del buen siglo de historia que tienen algunas de ellas detrás. Destaca unos pechos henchidos que siguen alzando estentóreos un reclamo corporativo que no varía con los cambios que ha tenido en el pasado año y medio la situación económica del país y del mundo. Muestra a cuatro jefes siguiendo al unísono una partitura que escanden afinados, en un momento en que varios de los sectores que fueron unidos a las elecciones se ahogan en una cacofonía de voces disonantes. Refleja la confianza de quienes se han convencido de que la mayoría de los votos que el 28 de junio se opusieron a las listas patrocinadas por el gobierno han pasado a engrosar sus propiedades.En cada rostro se puede escrutar un pensamiento íntimo distinto. La felicidad de un Hugo Biolcati que siente que no sólo es dueño de casa, sino que se solaza en saber que la suya es ahora una en la que se sienten a gusto algunos enemigos de antes. El orgullo de un Mario Llambías que sabe que el espíritu de clase ahora se puede llevar en público con desparpajo. El desafío de un Eduardo Buzzi que saca pecho ratificando su decisión de mantenerse en compañía de viejos enemigos para enfrentar a uno nuevo. La lucha íntima en un Carlos Garetto que trata de no desentonar con el gesto fiero de sus colegas, pero decidido a mantener el perfil más bajo de todo el cuarteto.En este mundo de la revolución digital, el difundido uso de ese soporte hace imposible borrar la huella que la fotografía registra. Por el contrario, esa huella se multiplica y se proyecta en miles de retinas, pero -sobre todo- queda grabada en miles de discos rígidos. Alguno que está en esa foto y no debería, haría bien en percatarse de que ya no está disponible la estrategia que, en el mundo analógico, hacía borrón y cuenta nueva con un sencillo e imperativo: ¡Quemá esa foto!.
Por Pablo Hupert
Historiador
La cosa se puso peliaguda, pero no tanto, no vaya a creer.
El tema de la facultad extraordinaria (o superpoder) de reasignar partidas presupuestarias es un buen ejemplo. Se baja el límite reasignable de 100 a 5% del presupuesto, pero el kirchnerismo nunca llegó a reasignar mucho más que el 4%: la limitación no parece limitar demasiado. Aun así, el Gobierno se muestra cediendo y la oposición celebrándolo.La reasignación permite al menos dos cosas: por un lado, adaptar las medidas de Gobierno a circunstancias siempre cambiantes, es decir, gobernar; por otro, cultivar la connivencia entre sector privado y sector público, es decir, dar estímulo económico al sector privado y medios de vida a la clase política. No parece bueno para nadie, entonces, ni para Gobierno ni para oposición, que se impida reasignar partidas presupuestarias a discreción del Ejecutivo. A la vez, sin embargo, cada sector político (manifiestamente, las provincias) busca que las modificaciones que se hagan terminen favoreciéndolos, pero sin quitar desfinanciar al Estado de cuya operatividad dependen sus privilegios.Todos pegan, pero nadie quiere derribar al oponente –no sea cosa de que al caer derribe el mismísimo ring donde pelean. Solemos creer que un análisis político consiste en contar y aquilatar los puñetazos que los contendientes tiran. Dejémonos de eso; pensemos el ring. Las elecciones han debilitado al Ejecutivo Nacional. La cuestión, para todos los actores, es cómo sacar tajada de este hecho. Sin embargo, tienen tantas ventajas que obtener como riesgos que evitar.La oposición debe capitalizar su triunfo electoral pero sin poner en riesgo la gobernabilidad. “Que nadie crea que haber triunfado en una elección te permite ser triunfalista”, aseveró De Narváez.El Gobierno debe mantener fuerza de gobierno a la vez que ceder el poder que las elecciones le quitaron. Para eso, debe lograr que cierren las cuentas fiscales, mantener la iniciativa, conservar discrecionalidad, pero también una opinión pública favorable.Ambos, oposición y gobierno deben cuidarse de que el aparataje político parezca innecesario o quede inoperante. Conti reconvino: “Necesitamos una oposición seria”. La clase política (Gobierno y oposición) debe atender el pronunciamiento de las urnas y a la vez mantenerse como clase política. Es decir, conservar su capacidad de mantener el orden y de vivir del Estado.La Mesa de Enlace también busca sacar tajada del debilitamiento del Ejecutivo, pero corre riesgos distintos, ya que no tiene un compromiso directo con la salud del sistema político. Necesita, por un lado, mostrar a sus dirigidos que es una buena herramienta para alcanzar los objetivos que el sector busca, y por otro, evitar una combatividad que la deje sola en mitad de la batalla. La simpatía general que obtuvo en 2008 y el espacio mediático que aun le dan parecen insuficientes para romper lanza. Los medios le dan espacio, pero las cacerolas no parecen acompañarlos esta vez. Ahora que a gobernadores y oposición se les abrieron otros canales de diálogo y presión, romper lanza parece inoportuno. Sermonearon Solá y De Narváez: los ruralistas se pasaron de rosca con sus dichos del 27; Buzzi se moderó: “no queremos dinamitar puentes; estamos obligados a jugar al ajedrez”. Abreviando. El asunto, tanto para gobierno como para oposición, no es mejorar la democracia, perfeccionar el régimen político, fortalecer las instituciones ni ninguno de los otros clichés republicanos a que se recurre. El asunto es mantener la relevancia social del Estado, jaqueada desde arriba en los ’90 y desde abajo en 2001.El cuadrilátero donde pelean los actores es precario. Para poder seguir peleando, todos deben cuidar que no se rompa. La pelea de la hora es un complejo entramado de disyuntivas. Cada sector necesita mantener o ampliar sus privilegios y por lo tanto, pelear; cada sector necesita hacerlo cuidadosamente, y por lo tanto, consensuar –no sea cosa que se fracture el precario sistema político argentino. La clase política, el Estado sobrevivirán si a su vez logran sortear otra encrucijada: satisfacer a los sectores en pugna sin perder fuerza operativa. Sobrevivirán si mantienen alguna relevancia social.
Mesa con síndrome de Munchausen
Por Dante Augusto Palma
Filósofo
Cada vez son más frecuentes los casos de lo que se conoce como síndrome de Munchausen por poderes, esto es, una alteración psicológica por la cual el afectado por esta patología promueve que las personas que están a su cargo sufran sucesivos trastornos de salud lo cual puede llevarlos incluso a la muerte. Los que portan este síndrome buscan ser compadecidos ante lo que es un aparente destino sacrificial y a tal fin utilizan todo tipo de artilugios, hasta formas de envenenamiento, para que la persona a cargo nunca pueda quebrar el círculo vicioso de distintas afecciones. Esta parece ser la lógica de la Mesa de Enlace desde el 28 de junio. Los representantes de las principales entidades del campo, simplificada y tendenciosamente, consideran que en las últimas elecciones la polarización estuvo dada entre el campo y el Gobierno y que todo voto que no fue al kirchnerismo se transforma automáticamente en un voto a favor de un reclamo que, como una pendiente resbaladiza, comenzó por una disputa técnica sobre un porcentaje en las retenciones para transformarse en una discusión política en torno al modelo de país. Ese deslizamiento que se mueve pendular y esquizofrénicamente entre una crítica a las formas del Gobierno y la denuncia al contenido de las políticas kirchneristas, probablemente comience a desbalancearse hacia el segundo de estos términos más por el debilitamiento del Gobierno que por mérito propio. Por ello, no debe extrañar que el embate contra el Gobierno se dirija a romper el cerco del obediente superávit fiscal que hoy se mantiene sólo a nivel primario atacándolo desde diferentes ángulos: por un lado declarando insuficiente toda negociación que no tenga como fin la eliminación de las retenciones o, en su defecto, apoyando una desorbitante ola de subsidios con beneficio equivalente; por otro lado, esto estará acompañado por la tan irresponsable como hipócrita propuesta de sectores de centro derecha en torno a un ingreso universal por hijo y a la presión de la UIA por subir el tipo de cambio bastante más allá que la inflación y mantener a dique las paritarias. Este modelo de desfinanciamento del Estado que llevaría inmediatamente al fin de las políticas neokeynesianas, tendría como corolario la necesidad de acercamiento a los organismos de Crédito internacional, lo cual no es otra cosa que aceptar el convite del brazo ejecutor del síndrome de Munchausen por poderes económicos. Con la misma ambigüedad del farmakón griego que cura y enferma a la vez, el FMI volvería a entrar a escena para cubrir el déficit generado por la ausencia de la entrada de divisas vía retenciones a la soja y por un ingreso universal por hijo que hará las veces de paliativo hasta ser pulverizado por la inflación consecuencia de la subida del dólar. El eterno retorno de la historia no hace falta desarrollarlo: el Modelo de la Mesa de Munchausen plantea el retorno al endeudamiento del Estado en pos de un sector que se ha visto beneficiado por una coyuntura única e irrepetible. Un endeudamiento que ni literal ni metafóricamente es gratuito y que nos expondrá a repetir el viejo error de no observar que quien dice darnos el santo remedio, poco a poco, acabará matándonos.
FUENTEhttp://www.elargentino.com/nota-51961-Los-cuatro-jinetes-del-Apocalipsis.html

No hay comentarios: